viernes, 5 de junio de 2009

¿Quién te valora?


Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E... encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas-.
- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.
- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

Cuesta entender o aun mejor poner en práctica este sabio cuento en nuestras vidas, pretendemos que cualquier persona nos entienda y valore, tal vez esto sea pedir demasiado.

Hace ya varios días tenia este cuento para sacar alguna reflexión sobre él, pero hasta hoy no se me había ocurrido nada, ahora entiendo porqué, sencillamente porque no tenía una experiencia propia con la cual relacionarlo, pero hoy es diferente, con propiedad de causa puedo escribir al respecto; muchas veces nos apegamos a un sueño que nunca concluyo, a personas que de una u otra forma solo llegan a nuestra vida por una corta temporada y nos aferramos a la idea de quedar, de permanecer con ellos, cuando ellos mismos se han aferrado a otros y no hay lugar para que nosotros podamos quedarnos, simplemente porque ellos no descubrieron nuestro verdadero valor, pensamos que les habríamos aportado muchísimo, al fin y al cabo somos personas que sumamos, valemos, y tenemos muchas cosas para dar, pero intentamos darle todo eso a la quien nunca lo vio, o sencillamente no le importo, aceptemoslo aveces esa "otra" persona nisiquiera tiene la culpa, es solo que no era la correcta para nosotros, no por eso vamos a empezar a creer que no somos lo suficientemente buenos para alguien, aunque en el momento sintamos que es así.

La cuestión aqui es que hay siempre otras personas que si quieren estar con nosotros, que a pesar de nuestros errores ven más allá de lo que simplemente ven fuera y aprenden a querernos, y no solo eso, nos ayudan a sacar lo mejor de nosotros mismos, suman a nuestra vida ayudándonos a descubrir cosas que no sabíamos que teníamos o que podíamos llegar a ser, debemos dejar de ver hacia esa oportunidad fallida para darnos esa oportunidad, y no olvidar que cada uno de nosotros tenemos que ser justamente esa persona que sume, que da, que ve más a fondo, que para aprender a descubrir el verdadero valor de las personas tenemos que empezar por descubrir el propio.

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