martes, 4 de noviembre de 2008

El valor de lo que no vemos

Un hombre encontró en un baúl, un retazo de una preciosa tela que pertenecía a sus antepasados. Aquel baúl siempre había estado en el desván pero nuestro hombre no tuvo curiosidad por ver lo que contenía hasta el día en que decidió cambiarse de casa y tuvo que efectuar los embalajes para la mudanza. Como entre los de su familia era costumbre llevar turbante quiso hacerse uno con aquel tejido, pero por más que lo intentó no lo logró. Los frustrados intentos le dejaron muy pensativo y preocupado: O su cabeza era demasiado grande o sus predecesores tenían “poca cabeza”. Sin darle más vueltas al asunto decidió sacarle partido a aquella herencia y llevó el retal al mercado para venderlo en la habitual subasta de los sábados. Una vez comenzada la subasta nuestro hombre comenzó a ver con creciente malestar, como el subastador ofrecía la tela y las ofertas iban subiendo más y más. Consideraba que estaban sobrevalorando el tejido, y no quería engañar a sus vecinos. Su desasosiego llegó al límite cuando se dio cuenta que la persona que hasta entonces había hecho la oferta más alta, era un erudito profesor, muy valorado por sus aportaciones intelectuales en la comunidad. ¡Seguro que un hombre poseedor de tanto conocimiento debe de tener una cabeza más grande que la mía, así que tampoco podrá hacerse un turbante con el trozo de tela de mis antepasados! No puedo tolerar este engaño, pensó. Así que se acercó furtivamente al profesor y le murmuró al oído: ¡No vale la pena comprar esa tela, es demasiado corta para un turbante! El profesor al escucharle volvió hacia él su rostro y con mirada de asombro le respondió: ¿En “qué cabeza cabe” que quiera hacerme un turbante con esa reliquia? Voy a enmarcar ese valioso tapiz y colocarlo en un lugar destacado de mi estudio para tener siempre presente la leyenda que lleva bordada!.

En la vida nos encontramos en situaciones en las que atravesamos cambios en nuestras relaciones; un divorcio, desempleo, o una crisis financiera etc. Nuestras expectativas están por el piso, perdemos las ganas de seguir luchando por nuestros sueños y hasta llegamos a pensar:
"Dios se olvidó de mi.”
"No puedo"
"No tengo"
"ya es tarde para hacer algo"

Lo que pocos sabemos es que hay una promesa que ésta escrita y es verdadera: "Tú cambiaste mi tristeza y la convertiste en baile. Me quitaste la ropa de luto y me pusiste ropa de fiesta,” (Salmo 30:11). La tristeza, el desanimo, la desesperación, la angustia entre muchas otras son las caras que abundan en esta época, muchas personas viven con el temor de emprender negocios, no quieren comprometerse en una relación, tienen miedo a que las cosas salgan mal otra vez.... en pocas palabras le tienen miedo al futuro y vemos solo lo malo. Muchas veces nos encontramos en la situación de este hombre que no supo reconocer el valor del tapiz. Nos pasa que no reconocemos nuestros talentos, recursos, habilidades y posibilidades. Somos muy hábiles para limitarnos a nosotros mismos, llegamos a contarnos y lo que es peor, a creernos cuentos que paralizan nuestras propias acciones, no nos damos cuenta de todo el potencial con el cual Dios nos ha creado, desconocemos todo el poder que opera en nosotros y rechazamos nuestra herencia con cada uno de los pensamientos negativos que llegan a nuestra mente. De una u otra forma todos tenemos talentos que están allí para ser usados, como alguien dijo por ahí ¿Para qué serviría poner un reloj de sol en la sombra?. En lugar de andar quejándonos debemos empezar a trabajar en descubrir cual es el talento que Dios ha puesto en mis manos y también reconocer los que tienen los demás, de esta manera veremos lo mejor de cada uno y aprovechar esto para salir de las situaciones difíciles que se nos presentan en la vida. Debemos empezar en creer en nosotros mismos aunque el mundo nos diga lo contrario.

"Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el SEÑOR, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas». Josué 1:9